Merthiolate y Mercurio Cromo

 

Merthiolate y Mercurio Cromo

 Por: José Manuel Tallaferro F.

Muchos de mis paisanos que nacimos en la década de 60 y 70 concordarán conmigo en el inmenso terror que estas dos palabritas infringían en nuestra psique. Y es que la infancia de esos años fue espectacular, con mucho orgullo digo: “Éramos libres”; no teníamos las restricciones que los niños de hoy presentan, pese a no tener tanta tecnología, podíamos jugar en la calle tranquilamente sin temor a ser secuestrados o lastimados. Al llegar de la escuela, soltábamos “el bulto” (mochila donde se guardaban los libros y cuadernos) y nos poníamos un short y una franela y pa´ la calle a jugar. Empezábamos a silbar o a imitar a Tarzan y ese era el llamado para los amigos de la cuadra y allí decidíamos que jugar: Fusilao, policías y ladrones, baseball, cero contra por cero, chapitas,  era todo el tiempo para nosotros y nos olvidamos literalmente del mundo exterior. Recuerdo con mucho asombro, que en mi cuadra: 3° calle de Ruiz Pineda, llegando al cementerio había una especie de declive y al final de éste, varios árboles de “caujaro” (árbol endémico de la zona costera cuya semilla soltaba una savia pegajosa que se usaba para hacer papagayos), nosotros nos introducíamos en un pipote y nos lanzábamos por la pendiente y al final nos detenían los arboles de caujaro, posterior al impacto, ignorando total y bizarramente las leyes de Newton, solo ¡adrenalina pura!!!.. la sensación era tal, que salíamos sonrientes y decíamos con emoción: ¡Otra vez, otra vez! Hoy, no creo poder querer repetir semejante experiencia, por temor a no sobrevivir en el intento.

Lo cierto es que todas esas actividades, extremas por demás, nos exponían ineludiblemente, a tener lesiones propias de la infancia: Heridas, raspones y fracturas. Nuestros familiares adultos siempre nos lo advertían, pero todos sabemos que, “Muchacho no es gente”, decía mi tía Ricarda y hacíamos caso omiso de las advertencias, pero cuando las lesiones aparecían, allí si nos acordábamos de las mismas y salíamos llorando corriendo a nuestras casas, y era justo allí, donde nuestros familiares se desquitaban, no era como ahora, que buscaban al culpable, para denunciarlo en la fiscalía, ¡no señor!!!, dos o tres cuerazos con una correa o con lo que se atravesara en el camino (palo de escoba, mecate o ramita) un jarabe de lengua de varios minutos, un baño y el medicamento mágico, que más que medicamento era el castigo final: Nuestro recordado, Merthiolate o Mercurio-cromo. Este  último, era un frasquito pequeñito de vidrio, con una tapa negra que traía adherido en su interior una especie de brocha plástica plana, con unos agujeritos,  y contenía un líquido rojo de aspecto fosforescente que al contacto con nuestra piel nos hacia correr  por toda la casa por el ardor que causaba, y nuestras madres aderezaban la tortura con la frase: “Eso es, pa´ que no este echando varilla en la calle”, pero al final se condolían de nuestro pesar y decían: ven para soplarte y zap, se quitaba el dolor. El Merthiolate era un frasco un poco más grande, y su color era más parecido al rojo-naranja fosforescente, pero con las mismas características dolorosas del mercurio cromo, lo cierto es, que esa combinación de castigo maquiavélico, moral inducida y amor maternal, nos curaban milagrosamente y al día siguiente ya estábamos listos para una nueva faena en la calle. No recuerdo de ninguno de mis amigos que haya tenido una sepsis o una complicación de partes blandas después de semejante terapia. Muchos concordarán, que el mercurio cromo no ardía tanto como el Merthiolate, por lo que era mejor opción a la hora de curarnos. Con el pasar del tiempo a algún genio, se le ocurrió inventar el Merthiolate blanco o incoloro, porque el original manchaba la ropa, pero eso causó que nuestras madres no podían distinguir que partes habían sido curadas, y ante la duda la dosis muchas veces, era doble y por supuesto el dolor también. Así mismo nunca faltaba el familiar o vecina metiche, que cuando nos veía volteando los ojos, como Linda Blair en el Exorcista, nos decía: ¡Ya pasó!!!, ya pasó!!!, y le veíamos con cara de pocos amigos, para no recordarles a su sagrada madre.

No cabe duda que estos dos productos antisépticos de nuestra niñez quedaron plasmados en nuestra memoria, y representaron para nosotros sinónimos de castigo extremo al límite de haber escuchado frases como: “Ojalá te lances por un tobogán de hojillas y te curen con Merthiolate”, ¿pueden ustedes imaginar el terror implícito en la frase?. Lo cierto es que, con todos sus dolores, ardores y desatinos, nuestra infancia fue única y nostalgicamente irrepetible y fueron estas experiencia las que formaron a una generación de seres humanos que no volverá jamás. Hoy las cosas han cambiado y pese a la crisis que atraviesa nuestro país, el merthiolate fue sustituido por productos menos traumatizantes como: Rifocina, iodo povidona (Betadine), gasas y un "antibiótico" para evitar infecciones y hasta un toxoide tetánico. Jeje que... tiempos aquellos, previos a la generación de cristal.

¿Te colocaron alguna vez Merthiolate en una herida?, Cuéntanos... Eso somos…somos historia, somos Venezuela. Déjame tus comentarios en la parte inferior del blog y comparte ésta historia con tus familiares y amigos y así podrás regalarle un pequeño viaje en el tiempo.

 

José Manuel Tallaferro F

Sep.2023©

Fotos: Creditos a sus Autores


Después de un buen gusto un buen susto nos decían..


Este pequeño frasquito nos hacia correr por toda la casa.  Foto: El Chino

Comentarios

  1. De verdad lo felicito por esa capacidad de contar historia tan reales, cotidianas y vividas, que te llevan a esos hermosos años, cuando éramos felices y no lo sabíamos gracias Dr. Por compartirlas.

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  2. Viaje en el tiempo dr excelente

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  3. Jjjjj esa era la peor tortura 🤣🤣🤣.. muy buena la historia de hoy trajo aquellos recuerdos de infancia..👍👍🤣🤣

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  4. El uso común para toda herida y como dolía 🤣🤣🤣

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  5. Era una tortura y de paso ya sabíamos que con cualquier raspon q llegáramos a casa lo q se escuchaba era busca el Menthilate para hecharle y de paso era partía doble el dolor y la pela q le daba a uno fijo

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  6. Te diré q yo vivi eso tambien yo decía no me echen de eso por favor

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  7. Dios mío, como olvidarlo, con el simple motivo de NO, andar bicicletas, NO correr porque ya sabía que me aplicarían Merthiolate, eso sí era una tortura.

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  8. Jajajaja excelente narrativa.😊

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  9. Dios que buena historia me hizo viajar en el tiempo...

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